Mucho sueldo, pocas horas

Solapas principales

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Autor: 
Jorge Bustos

Millonarios que trabajan casi, media jornada

Mientras a millones de trabajadoras y trabajadores en Chile se les exige cumplir 44 horas semanales bajo la nueva ley laboral, en condiciones muchas veces precarias y con sueldos que apenas alcanzan para sobrevivir, nuestros diputados y senadores parecen vivir en un país paralelo. Un país donde, ganando en promedio más de 11.000 dólares mensuales, solo deben "trabajar" formalmente entre 10 y 22 horas semanales.

Las sesiones de Sala y de Comisiones que deberían ser el corazón del trabajo legislativo suman, en el mejor de los casos, apenas 18 a 22 horas a la semana para un diputado y 10 a 15 horas para un senador. Un tercio, o incluso menos, de las horas laborales que cualquier ciudadano común está obligado a cumplir para no ser despedido. Mientras tanto, los proyectos de ley se acumulan, las reformas que el país necesita languidecen, y la desconexión entre la política y la vida real se ahonda.

¿Qué justicia puede haber en un sistema donde quienes deben legislar para el pueblo viven bajo estándares de trabajo y remuneraciones completamente ajenos a la realidad de ese mismo pueblo? ¿Cómo no va a haber descontento, cuando las leyes de salud, de pensiones, de educación, de trabajo digno, siguen esperando años para ver la luz, mientras quienes deberían impulsarlas, apenas pisan el Congreso tres días a la semana, en jornadas parciales?

La política chilena no sufre de falta de recursos: sufre de falta de vergüenza. Sufre de la instalación de una cultura de privilegio, donde legislar es una actividad secundaria frente a las preocupaciones electorales, las apariciones mediáticas y las negociaciones de pasillo.

Cuando se analiza que los parlamentarios chilenos son, en proporción al PIB per cápita del país, de los mejores pagados del mundo, y se constata que el avance legislativo es uno de los más lentos de América Latina, queda claro que el problema no es de dinero, sino de compromiso. No es falta de medios, es falta de voluntad.

No es aceptable que mientras en países de la OCDE los legisladores rinden cuentas públicas sobre su productividad proyectos presentados, asistencias, votaciones en Chile todavía tengamos "honorables" que pueden pasar meses sin aportar una solo proyecto de ley relevante, sin que eso tenga consecuencias. No es aceptable que se le pague a alguien como legislador cuando, en la práctica, su único mérito es ocupar un asiento vacío.

Chile necesita recuperar la dignidad del servicio público. Y eso empieza exigiendo a los parlamentarios que trabajen, al menos, las mismas horas que exigen las leyes laborales para cualquier trabajador o trabajadora. Y que su sueldo se ajuste, no a sus expectativas de privilegio, sino a su verdadero desempeño.

La crisis de confianza en las instituciones no se resuelve con discursos vacíos: se resuelve terminando con los abusos. Y el abuso de ser parlamentario a medio tiempo, pero pagado como ejecutivo de alto nivel internacional, debe ser uno de los primeros en terminar.

Porque el Parlamento no puede seguir siendo un refugio de privilegios.
Debe volver a ser una herramienta al servicio de la ciudadanía.

Y esa transformación debe empezar ahora.

Jorge Bustos

 

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