Nos vendieron progreso, nos estan arrebatando la ciudad

Solapas principales

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Autor: 
Jorge Bustos

Las ciudades puerto de Chile han sido transformadas por un modelo económico que prioriza la industria sobre la comunidad. No operan los puertos; operan las fronteras, arrendando cada rincón de la costa a intereses privados mientras los habitantes reciben las sobras. Lo que antes fueron playas públicas y espacios de encuentro hoy son zonas cerradas, sacrificadas por el crecimiento de una infraestructura que nunca tuvo en cuenta el derecho de los ciudadanos a su propio territorio.

Cierro los ojos y recuerdo la playa que solía ser nuestra. La brisa marina, el sonido de las olas, la arena bajo los pies. Hoy ese espacio es una herida cercada, un proyecto impuesto, una cicatriz en la memoria de quienes lo conocieron. Este no es un caso aislado: el mar convertido en negocio, la costa entregada a transnacionales, la contaminación disfrazada de progreso. 

Nos quitan el acceso al mar y nos ofrecen miradores para ver lo que perdimos. Nos contaminan el aire y nos regalan murales para adornar la ciudad. Nos arrebatan las playas y organizan festivales para celebrar un desarrollo que nunca nos llega. Nos venden la imagen de una ciudad en ascenso, pero esconden el costo de esa "modernidad": calles destrozadas por miles de camiones, viviendas agrietadas, noches de insomnio por el ruido y la polución de buques que queman el combustible más sucio, aquel que otros países han prohibido.

Este modelo de explotación portuaria se replica en cada rincón del país. Lo que antes fue vida, comunidad y espacio público es ahora almacenamiento para la industria. Han perfeccionado su estrategia: dividir para conquistar, amenazar para paralizar, comprar conciencias con migajas. Nos dicen que sin el puerto no hay ciudad, pero el puerto se ha llevado nuestra ciudad y la ha convertido en zona de sacrificio.

Pero algo está cambiando. La comunidad despierta. Las personas registran cada espacio perdido, cada playa devorada. La resistencia crece, porque exigimos lo mínimo, lo básico, lo justo: un aire limpio, costas accesibles, un desarrollo que incluya a quienes viven en estas ciudades y no solo a quienes lucran con ellas.

El futuro de nuestras ciudades portuarias no se decidirá en oficinas alejadas de la realidad. Lo escribimos cada día en nuestras calles, en nuestras asambleas, en nuestra lucha. La próxima vez que escuchemos la palabra "progreso", hagamos las preguntas correctas: ¿Progreso para quién? ¿A costa de qué? ¿Qué nos quitarán ahora?

Nuestros territorios no están en venta. Nuestra dignidad tampoco.

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